María y Juan también existen
Por Mario Alarcón Muñiz (PUBLICADO EN EL DÍA DE GUALEGUAYCHÚ EN LA EDICIÓN DEL DOMINGO 16/9/12)
Variadas reflexiones sugiere la movilización del jueves pasado. De modo primordial se destacó el protagonismo
del ciudadano común.
Unos más, otros menos, casi todos estábamos
enterados de la protesta desde días antes. Casi nadie le asignó más importancia
que la de un reclamo público de los tantos que se suceden por motivos precisos
de interés sectorial.
Sin
embargo, esta movilización sorprendió a todos. La gente respondió como nunca.
Sin un líder ni entidad política o social alguna, sin ruido previo ni creación
de expectativas, sin medios de comunicación inflando la protesta, sin un tema
específico, sin carteles partidarios, sólo con banderas argentinas, la gente se
movilizó convocada por las redes sociales, nuevo fenómeno digno de estudio.
Nadie la arreó. Nadie le tomó asistencia ni la empujó al transporte
gratuito. Nadie le pagó un viático ni le alcanzó un choripán y un tetrabrick.
Pero allí estaba para hacerse oir. Por las cosas que le duelen y le preocupan.
Por el presente y por el futuro. Por los dos siglos de una Argentina soñada y
rifada entre confrontaciones y prepotencias.
Así
lo sintió el país, no sólo Buenos Aires. En las provincias se vivió un clima
similar, con dimensiones diferentes según los lugares. No fue una cuestión
menor, aunque careciese de un motivo específico y de una proclama. La gente en
la calle nunca es una cuestión menor. Y exige atención. Es su reclamo central:
que la escuchen. Por eso sale a la calle.
La virtud de interpretar
El
oficialismo lo interpreta de otra manera. Para unos “es una actitud golpista de
la derecha”, como si este gobierno fuera “la izquierda” (de ilusión también se
vive). Según Abal Medina a la gente que salió a la calle “sólo le importa lo
que ocurre en Miami” (un oculista aquí, por favor). El locuaz senador Aníbal
Fernández, no muy original, le atribuyó la movilización a Clarín (vaya, ¡cuánto
poder tiene ese diario!). El diputado
Rossi opinó que la protesta ha sido “funcional a las corporaciones” (¿y los acuerdos
con Monsanto y ahora con la petrolera Chevron, los hicieron los manifestantes?).
Esas
expresiones -entre muchas otras parecidas- revelan que el mensaje de la calle
no se ha entendido en la
Casa Rosada. Horacio González, intelectual K, procuró alertar
a sus compañeros de ruta: “Hay que tomar nota”, aconsejó. No tuvo suerte.
Si
las versiones de este fin de semana se confirman, la respuesta oficialista será
muy primaria: una contramarcha. Demostrar que son más. De manera organizada:
con listas, colectivos, aprietes. No es extraño, pues muchos de los actuales
funcionarios y legisladores participaron con gran entusiasmo de la recordada
Plaza del Si, de Menem, a favor de las
privatizaciones. Ya tienen experiencia.
Los unos y los otros
A
todo esto ¿qué reclamó la gente? Como queda expresado no hubo precisiones. Pero
es evidente que el malestar salió a la calle. Hay mucha gente anónima que no
está bien y duda (o teme) acerca del futuro individual y colectivo. El jueves
lo manifestó.
Unos marcharon por la inflación, otros por la inseguridad y la
impunidad, muchos por la corrupción. La protesta ante el intento de Cristina
eterna, la intolerancia oficial, el doble discurso, los manejos arbitrarios de
ciertos sectores del poder, la soberbia, la confrontación despiadada como
método político, la falta de diálogo, las cadenas nacionales, la absorción de
medios de comunicación, la tendencia fascista al pensamiento único, la
obediencia indebida de los gobernadores (¡ay Artigas!), las licitaciones y
concesiones para los amigos, en fin, todo eso y mucho más, provocó esta
reacción única y pacífica, sin un solo vidrio roto en todo el país.
Pero atención que los opositores no están excluidos del reclamo. La
gente les ha pedido que la representen actuando como opositores, no como
figuras de la televisión, un papel que a muchos políticos les fascina. Unos
dicen una cosa en la tv y hacen otra en el Parlamento. Es natural que el
ciudadano les exija una conducta más firme y coherente.
La
oposición tuvo su gran oportunidad en 2009, cuando logró la mayoría
legislativa. Entre estrellatos y egoísmos la dilapidó, abriendo las puertas al
proyecto oficialista de unicato. En
consecuencia sus dirigentes también son destinatarios de esta demanda pública.
Los protagonistas
¿Quiénes fueron los protagonistas? No hubo líderes ni organizaciones,
queda dicho. Los protagonistas fueron María y Juan. Los comunes. Los que pasan
desapercibidos. Los que casi nunca hablan o en todo caso algo dicen de vez en cuando
en la cola del supermercado o en el silencio de la oficina, sin excederse. Los
que son tenidos en cuenta por algún político cada dos años para votar y nada
más. Los que sólo quieren trabajar en paz, sin deberle nada a nadie, caminar
las calles con tranquilidad, llegar a casa sin apremios ni violencia. Los que
pretenden que el gobierno les cuide sus poquitos pesos porque no son oligarcas
ni terratenientes ni saben nada de los “pooles” sojeros ni de las exportadoras
ni de los banqueros. Los que no viven en Puerto Madero. Los que envían sus
hijos a la escuela a estudiar, no a recibir consignas partidarias. Los que
aspiran a leer, ver y escuchar lo que les venga en ganas porque son libres, les
dijeron.
Así de
simple. María y Juan. Anónimos. Del montón. Los que también existen.