EL DIA, Gualeguaychú, 6 de octubre de 2013
Todo está como era entonces (o peor)
Escribe Mario Alarcón Muñiz
Es posible retroceder diez años en apenas
diez días. Ha quedado demostrado esta semana. Volvemos a empezar. Gobiernos
vacilantes, decisiones y declaraciones contradictorias, la gente en la calle y
Botnia inconmovible, más firme que nunca.
Lo
escribimos en junio de 2010, pero quizá valga recordarlo:
“La
Argentina (Entre Ríos de manera particular) y Uruguay, integraron en los
comienzos de la historia común una sola patria. El coraje charrúa, el
despliegue de la tela celeste y blanca de Belgrano tocada de rojo por Artigas y
así adoptada por Ramírez, la sangre gaucha, el “naide es más que naide”, el
aporte simultáneo de iguales corrientes gringas, todo nos ha labrado una
identidad común.”
“Botnia,
en cambio, es ajena, extraña, distinta. Vino de otro mundo. Atropella sin preguntar.
Impone el peso de los eurodólares. Los hace valer. Aquí estoy yo y se terminó
la cuestión. Avanza. Las resistencias criollas caen una a una. Antes era con
cañones. Ahora con chimeneas. Cilindro por cilindro, el resultado es el mismo:
sumisión, explotación. Hoy además, contaminación.”
“Este
es el cuadro. El que no hemos comprendido. El que no entendieron los
gobernantes, obligados a profundizar el problema y buscarle una solución
conjunta. El que muchos tampoco captaron, enredados en una maraña de idas y
venidas, mensajes trucados, discursos huecos, miserias proselitistas. No es
tarde todavía. Aún estamos a tiempo. Pero no demasiado.”
Al
término de una semana difícil, aquellas reflexiones recobran actualidad porque
nada ha cambiado, pese al tiempo
transcurrido.
De
“causa nacional” a “marche preso”
En
todo caso estamos peor, no sólo porque se ha perdido una década que los
gobernantes dejaron pasar, sino porque ahora Botnia funciona y crece.
A la primera denuncia de Gualeguaychú ante la
cancillería (octubre 2003) el gobierno respondió que confiaba en las
autoridades uruguayas. A partir de entonces comenzó a mirar de reojo las
protestas iniciales y las siguientes, tratando de develar qué cuestión política
había detrás con intenciones de moverle el piso. Escapaba a los códigos usuales
en nuestra agitada vida interna, que una comunidad pudiera movilizarse de esa forma,
sin dirigentes notorios o disfrazados, ni objetivos subalternos.
Al
comprobar el crecimiento del reclamo que llegó a reunir cuarenta mil personas
(abril 2005) y más de cien mil (abril 2006), el gobierno recurrió a la Corte de
La Haya, según lo previsto por el Estatuto del Río Uruguay, colocándose al
frente de la protesta. El presidente Kirchner proclamó enfáticamente “causa
nacional” a la lucha de Gualeguaychú
(mayo 2006).
No
obstante, la construcción de la planta avanzó sin pausas hasta comenzar la
producción (noviembre 2007). El movimiento ambientalista interrumpió el paso
internacional (noviembre 2006 a junio 2010) y el gobierno denunció penalmente a
los dirigentes del reclamo. La “causa nacional” se transformó en “marche
preso”.
El tiempo perdido
No
fue esa la única contradicción oficial, aunque sin dudas la más grave. La
sentencia de La Haya (abril 2010) ordenó el monitoreo conjunto del río acordado
por ambos países (noviembre 2010) e iniciado meses después. Del primer
resultado (agosto 2011) todavía no hay información oficial.
Sin
embargo, cabe suponer con bastante lógica que en las conclusiones del monitoreo
se apoyaron el miércoles el canciller Timerman y el gobernador Urribarri, cuando
revelaron datos de la contaminación del río Uruguay. La Asamblea de
Gualeguaychú tenía razón otra vez y se lo habían escondido. Los gobiernos
argentino y entrerriano callaron durante dos años y tres meses, vaya a saber
detrás de qué especulación política. Pero la planta siguió contaminando como si
nada ocurriera.
En
el apuro por tratar de acomodar las cosas en tiempos electorales, tanto
Timerman como Urribarri no advirtieron que hasta el ciudadano menos avisado se
daría cuenta que durante dos años y tres meses la pastera ha estado
contaminando sin motivar reclamo oficial alguno, pese a que ellos lo sabían. Y
así seguirán las cosas por un período indeterminado.
Hemos perdido el tiempo. Nosotros lo hemos perdido. Botnia no. Sigue trabajando, produciendo, creciendo, contaminando.
Según sople el viento
Hoy se renovará el reclamo de Gualeguaychú.
No habrá manifestación a Fray Bentos por las conocidas restricciones impuestas
a la marcha de los asambleístas. Una reducida delegación será portadora de las
inquietudes, esta vez ante el gobierno departamental de Río Negro.
No se descarta que algún funcionario provincial
intente integrar la delegación y hacer rostro para la foto, pese a haberse
mostrado distraído durante estos diez años de la década perdida del río
Uruguay. La gente que estuvo desde un primer momento en esta lucha ejemplar de
la Asamblea Ciudadana Ambiental, no le planteará reproches porque es
respetuosa. Pero se lo guardará para accionar en el momento oportuno.
Los gobiernos de los Kirchner en la Nación y
de Busti y Urribarri en la Provincia, nunca se definieron frente a este
problema, salvo aquella “causa nacional” de hace siete años y medio, pronto
olvidada, encajonada y revertida o de alguna declaración de
circunstancias.
Es fácil concluir que nunca entendieron la
causa Verde de Gualeguaychú. Jamás pudieron concebir que no hubiera otras
intenciones detrás o ciertos políticos tenebrosos manejando los hilos o vaya a
saber qué intereses planeando hacerles daño a nuestros sabios e inmaculados
gobernantes. No lo entendieron y según se ve no lo van a entender, porque
siguen moviéndose según sople el viento.